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La muerte del mimessismo en Tartagal

Una jornada electoral histórica marcó el fin de una era en la política local.
Con una participación ciudadana débil y un clima de desencanto generalizado, los comicios no solo definieron nuevos representantes, sino que sellaron el ocaso del mimessismo, una corriente asociada a prácticas autoritarias, persecución política y el uso discrecional de recursos públicos.

La ciudadanía tartagalense llegó a las urnas con desgano, reflejado en la escasa afluencia de votantes.
A diferencia de elecciones pasadas, donde las filas y el bullicio dominaban las escuelas, esta vez primaron mesas vacías y fiscales esperando en vano. El voto en blanco y la apatía fueron la respuesta a una clase política acusada de priorizar sus intereses sobre las necesidades urgentes de una población golpeada por la crisis económica nacional.

Los resultados confirmaron el rechazo a los candidatos vinculados al exintendente Mario Mimessi. Santiago Vargas y Mirtha Miller, otrora figuras clave de su gestión, sufrieron una derrota contundente. La ciudadanía, cada vez más informada y exigente, les envió un mensaje claro: “Quédense en casa”.

En contraste, el gran vencedor fue Jorge Restom, quien se alzó como el diputado más votado de la provincia de Salta con 18.491 votos (26,38%), respaldado por una campaña basada en el trabajo silencioso y la cercanía con la gente. Le siguieron el candidato a convencional constituyente Ignacio “Vani” Benítez (9.658 votos, 32,84%) y el actual presidente del Concejo Deliberante, Armando Leguizamón (3.800 votos, 12,90%), quien renovó su banca.

La sorpresa la dio Emanuel Gallardo, nuevo concejal gracias a una estrategia que conectó con sectores desencantados. Su llegada refuerza la idea de una renovación en el legislativo local.

Este proceso electoral no solo cerró una etapa marcada por el autoritarismo y el clientelismo, sino que abrió la puerta a una forma distinta de hacer política, menos discursos vacíos y más acciones concretas. Los tartagalenses demostraron que, aunque desilusionados, no están dispuestos a tolerar más abusos.

Mientras los mimessistas se retiran sin gloria, la pregunta que queda es si los nuevos líderes estarán a la altura de las demandas de una ciudad que clama por transparencia y resultados. Por ahora, Tartagal respira aliviada, porque la sombra del pasado por fin comienza a disiparse.