En el Japón del período Edo (1603-1868), las mujeres de la aristocracia tenían un pequeño problemita: mantener la elegancia… incluso cuando el cuerpo decía otra cosa. ¿La solución? Contratar a unas asistentes llamadas he-oi bikuni, que se encargaban ni más ni menos que de culparse por los pedos de su señora.
Sí, leíste bien. Si en medio de una reunión social se escapaba un ruido sospechoso, ahí estaba la “culpadora oficial” para poner el cuerpo (y el sonido): se echaba la culpa como toda una profesional, salvando el honor y la reputación de su jefa.
Estas asistentes, apodadas también como “monjas pedorras”, eran entrenadas para disimular cualquier flatulencia y evitar momentos incómodos. Un verdadero acto de lealtad… ¡y valentía!
¿Te imaginás si esto se aplicara hoy en una junta de trabajo o en una cita? Bueno, por suerte ya tenemos ventiladores, Spotify, el perro o la famosa tos tapa pedo